La Transhumancia de los Flujos: Hacia una Vivienda para la Post-Metròpolis.




Una sociedad de servicios, una ciudad atiborrada de posibilidades. Inmediata. La satisfacción de las necesidades y deseos está siempre a la mano, 24 horas al día. La ciudad ofrece alimento, abrigo, vida social, higiene, ocio, sexo: todo está ahí, tras los mostradores.

La ciudad es un escaparate de posibilidades inmediatas, todas las necesidades podrían ser cubiertas instantáneamente, y es en esta ciudad, donde todo está solucionado, donde las funciones de la vivienda comienzan a fragmentarse hasta desaparecer: el cocinar se diluye ante la irrupción del delivery y la comida rápida, las reuniones sociales se desplazan a lugares más propicios o cómodos, el habitar se reduce a su más mínima expresión.

La vivienda muta, y, como casi todo en el mundo contemporáneo, deja de lado los valores de significación, de memoria, y los cambia por comodidad, rapidez, versatilidad; se vuelve simple,adaptable, deslocalizada. Comienza a confundirse con la trama urbana, a simplificarse a sí misma para adaptarse a una trama de servicios cada vez más compleja.

A propósito de este mismo planteamiento, en 1986, el arquitecto japonés Toyo Ito ideó un proyecto para lo que llamó “la chica nómade de Tokyo”, que constistía en una vivienda móvil y transparente, cuyas únicas funciones serían la del reposo y el embellecimiento, y encontraría en la ciudad todas las respuestas a sus necesidades. Describiendo su proyecto, Ito planteaba: “Precisamente la muchacha que vive sola y que vaga por la inmensa llanura de los media llamada Tokio, es la que más disfruta de esta ciudad, pero, ¿qué es una casa para ella? El concepto de casa para ella está desperdigado por toda la ciudad y su vida pasa mientras utiliza fragmentos de espacio urbano en forma de collage”. (Toyo Ito, Arquitectura que pide un cuerpo androide)

La vivienda, de este modo, se reduce al lugar al que siempre se regresa (la reflexión cotidiana, humberto giannini), pues desplaza de sí misma todo lo que puede encontrar afuera en forma inmediata y fácil, a cambio del código universal que es el valor de cambio. En la ciudad de los flujos “el lugar de la casa no es más que la densificación de las líneas de trayectos, un nódulo, vórtice” (Iñaki Abalos, la deconstrucción de la casa), un hábitat desvinculado de cualquier función más que la más primordial: entregar cobijo.

Cuando Ito dice “la inmensa llanura de los media”, esta metáfora se acerca sorprendentemente a la figura deleuziana del espacio liso, (deleuze y guattari, mil mesetas) planteado, precisamente, como una llanura homogénea, surcada por recorridos y relaciones, pero carente de rugosidades, significaciones, puntos fijos. Es en este sentido que este planteamiento encuentra lugar en la ciudad contemporánea: un espacio desterritorializado, que todo lo ofrece a la mano, como un campo al que salir a recolectar, y regido por la movilidad y los flujos, como las sendas de los migrantes prehistóricos.

En esta ciudad lisa, topológica, nace una vivienda paleolítica para los transhumantes de los flujos de información y servicios.

Nace una nueva idea de vivienda: màs similar a dormir cada noche en un hotel distinto, o a pasar las noches en trenes, aviones y buses, que a una vivienda comùn, suburbana, actual. Nuestro prototipo es experimental y de carácter lúdico, responde más a una propuesta teórica y estética que una voluntad de convertirse en un proyecto real. Es una vivienda transportable, dúctil, adaptable, anónima. Se monta a àrboles, luminarias, postes de tendido eléctrico, se mueve con la necesidades del usuario, se desarma para volver a armarse un poco más allá: es la vivienda automática, la máquina de habitar.

Nuestra propuesta es física y a la vez teórica: es una forma práctica y experimental de abordar una pregunta investigativa. Es, para nosotros, la posibilidad de investigar no deteniéndonos para pensar, sino desde el ejercicio mismo de la arquitectura y la proyectación, que ràpidamente deviene instalación artística, arte urbano, acción en el medio. Es una acción simple y puntual, pero con un carácter múltiple en sus intenciones y propuestas.

Nuestro usuario, tal como Ito caracteriza a la chica nómade, actúa como un parásito, un ser que utiliza y se beneficia de los servicios que la ciudad ofrece: su living son los restaurantes o centros culturales, su estudio puede ser una librería o un cibercafé, su ropero, los lockers o guardarropías de supermercados o tiendas; almorzará en tiendas de comida rápida o estaciones de servicio, encontrará conexión wifi de algún establecimiento, parasitará cada espacio y beneficio que encuentre en su transhumancia por la ciudad de los servicios. Sin embargo, nuestro habitante es funcional a la trama urbana de relaciones de transacciones comerciales, trabaja, utiliza del comercio y paga por lo que este le ofrece, sin embargo lleva al extremo los beneficios que puede obtener de esta compleja trama de servicios y posibilidades.

Este habitar propuesto, esta forma de instalarse en el mundo, responde a las formas en que el hombre ha de adaptarse al medio ambiente que él mismo ha creado para sí, la metrópolis contemporánea, pero también es el correlato necesario de los cambios culturales y sociales que le acontecen.

Este hábitat es la expresión arquitectónica del individualismo posmoderno, de la satisfacción de los deseos particulares, del hedonismo, de la búsqueda personal. Su hábitat es individual, adaptable, su identidad está en lo que lleva consigo y en lo que busca, y no en un territorio ni en una historia colectiva. Se encuentra a sí mismo en lo que ve tras los mostradores, es el habitante de un mundo conectado donde todo vale en tanto mercancía transable.
Está listo para “(…) habitar una época en que la velocidad y el «fetichismo de la mercancía» han creado una tiránica unidad falsa que tiende a difuminar toda diversidad cultural e individual, de tal manera que «cualquier lugar vale tanto como cualquier otro». Esa paradoja crea «gitanos», viajeros psíquicos que se mueven por la curiosidad o el deseo (…)”. (la zona temporalmente
autónoma, hakim bey)

Nace una vivienda nueva, una vivienda deconstruida, casi la ausencia de la misma. Los flujos superpuestos, este nuevo orden universal en el cual la seguridad y el poder ya no están en la acumulación estática, sino en el constante movimiento, este mundo de líneas y trayectos, clama por un nuevo modo de habitar que se acomode a esta nueva forma de entender al hombre en la tierra. Una nueva forma, radicalmente distinta, de instalarnos en el mundo, de morar la post-metrópolis.

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